QUERIBLES HISTORIAS Y ANÉCDOTAS DEL RING Y SUS ALEDAÑOS, EN LUGAR DE MERA INFORMACIÓN; VIEJA MEMORIA EN VEZ DE NUEVA ESTADÍSTICA; PASIÓN CALIENTE CONTRA LA FRIALDAD DE LA TÉCNICA; OJO MÁS SENSIBLE QUE VISUAL: MÁS TIBIA EVOCACIÓN QUE IMAGEN CONGELADA; UN NOSTÁLGICO GANCHO EN LA NARIZ DEL OLVIDO; EN UNA PALABRA, POCO PERIODISMO, PERO ESO SÍ: PURO BOXEO.

martes, 9 de febrero de 2010

ADIÓS AL NEGRO DE ORO

Un sencillo homenaje a Luis Federico Thompson, uno de los más grandes pugilistas de nuestra historia, fallecido recientemente.

"No, Frederick, tú no debes boxear más: tienes cataratas. Yo no puedo renovarte la licencia profesional". A los veinte años de edad, el moreno vuelve a su ciudad, Colón, y obtiene -con ayuda- el pase que le han negado en la capital panameña. La historia sigue su curso y desembarca en Ezeiza en 1952, un día antes de comenzar el invierno. El frío y la panza hueca serán de entrada los enemigos del joven boxeador, ahora Luis Federico. Tiene 24 años y poca suerte. Había perdido en su debut amateur, en su debut profesional y ahora en su estreno en Buenos Aires, donde José María Gatica cobra venganza de su compatriota Clarence Sampson y lo derriba ocho veces, acaso con cinco kilos de ventaja.

Primero los números. Después de Selpa, Thompson será el pugilista más activo del país, pero con un porcentaje exitoso superior: 148 victorias en 177 peleas (86,61%). Ahora la definición, y bien categórica: un verdadero monstruo del boxeo. Diez en técnica, en plasticidad, en timing, piernas perfectas, combinación de golpes, pegada justa ¿Qué le faltó? Tal vez un poco más de constancia y de fe en sí mismo, esa que siempre trató de insuflarle su esposa Esther, una esbelta y blanquísima italiana, madre de sus dos hijos argentinos y celosa defensora de sus pesos.

Los bifes de chorizo y una larga temporada en el interior del país devuelven a Thompson como nuevo, dispuesto a iniciar su sinfonía. Ya nacionalizado, se lanza al sprint final. A los treinta, con cien peleas, se deshace de la amenaza de Rocky Rivero, empata con el cubano Logart, también con Jorge Fernández, y se queda con el cinturón celeste y blanco de los medio medianos (welters), propiedad de Cirilo Gil. Como guinda, destruye al campeón mundial Don Jordan en el asombro del Luna Park y aguarda su oportunidad, que llega con el nombre de Benny Paret (aquel malogrado por Griffith) en el Madison de Nueva York. Y los jueces dicen no, aunque Federico lo tuvo muy sentido. Entonces vendrá el tiempo de derrochar brillantez de cabotaje. sumar a la cuenta de su fama y de su familia, esperar el no va más sin estridencias.

La máquina de boxear sigue intacta, y casi con 36, le gana a Raúl Roldán en Rosario. Un médico no duda: "cataratas". -¿Còmo dijo?, si eso me encontraron hace dieciseis años... -Está bien, Thompson, cataratas de talento. Pero largue.

Y se fue nomás, con su enorme biblioteca de boxeo.

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